Emilio nació en México, se dedicó durante más de cincuenta años a servir a Dios y a sus hermanos. Emilio fue un reverendo metodista que asistió a familias necesitadas, en su mayoría familias de inmigrantes mejicanos a lo largo de Arizona y California durante más de cinco décadas durante el siglo XX. Cuando Emilio murió en 1973 en su casa de Santa Paula, había mucha gente que creía que Emilio era un santo: contaban que en su lecho de muerte una luz dorada envolvió su cuerpo e iluminó su habitación. Otros recuerdan que sus oraciones curaron la vista a un hombre ciego, otros narran como una vez exorcizó a un hombre que tenía al demonio dentro. Otros tantos recuerdan que solía ir a visitarles, aunque la ceguera causada por la diabetes que sufría no le dejaba casi conducir, aun así Emilio hacía el esfuerzo de ir a verlos. Aunque para la mayoría simplemente era un hombre muy bondadoso, que trabajaba incondicionalmente para ayudar a otros, un padre de familia querido, un amigo leal, un dedicado pastor con una cálida sonrisa y la habilidad de alcanzar los corazones de las personas. Para su nieto, Walter Dominguez, y sus otros nietos Emilio era un hombre bueno y carismático, le encantaban los niños, además de dejar huella en ellos. Walter apodó a su abuelo Emilio, Tata y ese apodo continuó hasta estos días.
Pero hay otra parte en la vida de Emilio: Él tuvo un misterioso y oscuro pasado en su juventud, un pasado del que no hablaba, un pasado que quería dejar atrás para olvidar, pero no pudo. Emilio nació en plena pobreza, en un remoto pueblo minero en 1888; se vio forzado a huir de su propia casa; encontró refugio en una inmensa hacienda perteneciente a la familia rica de los Guerrero, allí trabajo durante diez años en difíciles circunstancias, sin contacto con su familia. Aunque los Guerreros trataban mejor que otros dueños a los trabajadores de la hacienda, la vida allí era muy dura, trabajando las tierras en un clima extremo desde el amanecer hasta el anochecer, seis días a la semana.
En la hacienda, Emilio se hizo muy amigo de uno de los hijos de los propietarios, Práxedis Guerrero, un brillante escritor y joven revolucionario que luchó contra el régimen del dictador mexicano, Porfirio Díaz. Para Emilio, Práxedis era alguien al que podía admirar, y como el hermano que nunca tuvo. Para Práxedis, quién tuvo el don de despertar la conciencia política en otros Emilio era un gran estudiante. En 1904 Emilio se marchó de México junto con Práxedis y otros tres amigos revolucionarios, se dirigieron al norte de Estados Unidos con el propósito de trabajar y así costear la resistencia hacia la dictadura. En Estados Unidos trabajaron en la expansión de las vías férreas de Colorado, trabajaron en las minas de oro de Arizona, y llegaron a relacionarse con el partido liberal mexicano, El PLM, el partido mexicano anarquista. Fue fundado por Enrique y Ricardo Flores Magón, este movimiento exigía una sociedad equitativa en México, donde todos los trabajadores recibiesen los mismo derechos humanos y ciudadanos. LLegaron a publicar y distribuir periódicos en Estados Unidos y México, exponiendo sus ideales y proclamando el final de la dictadura. Las autoridades políticas mexicanas e estadounidenses suprimieron sus publicaciones y sus actividades políticas, sufrieron persecuciones, encarcelamientos, y finalmente muchas desgracias.
En 1911, Emilio se vio sumido en la desesperación, la perdida de sus amigos, especialmente la de Práxedis, lo arrastró al alcoholismo y a la mendicidad en las calles de la ciudad de Los Ángeles. Después de un tiempo, Emilio encontró una salida, con la ayuda de Wilfred Wallenius, un metodista noruego que se convirtió en un buen amigo de Emilio. Wilfred le enseñó el camino a una vida llena de espiritualidad. Emilio entonces comprendió que existía la manera de continuar con su misión en esta vida: ayudando a sus hermanos, mejorando la sociedad, pero esta vez de manera pacifica, no violenta. Su triste vida se lleno de esperanza, con el propósito de realizar buenas obras entre los necesitados. Con la ayuda de Wallenius, Emilio finalmente recibió unos estudios y se especializó en teología, se licenció por la Universidad del Sur de California. Emilio llegó a convertirse en un reverendo metodista ejemplar.