Walter nació en Santa Paula, un pequeño pueblo del sur de California, situado sobre un valle lleno de arboles cítricos. Walter vivió allí los tres primeros años de su vida, los primeros recuerdos eran de su abuelo materno, el reverendo Emilio N. Hernández, y su familia hispana, la cual estaba muy unida, y de la pequeña y próspera iglesia metodista en Santa Paula, donde Emilio ejercía de pastor de la iglesia. Los miembros de la iglesia, en su mayoría inmigrantes mexicanos adoraban a Walter. Para Walter fue una etapa mágica. Fragantes limoneros y naranjos por todas partes.

Tata es el apodo que Walter puso a su abuelo. Tata  siempre llevaba a Walter a todas partes, en su viejo coche, cantando canciones, recitando pasajes de la Biblia, contando chistes, parando a lo largo de los caminos para recoger y comer fruta dulce, fruta roja de los nopales que crecían por todas partes.  A Emilio le encantaba visitar a sus muchos amigos: pobres, ancianos con sus modestas casas, anglosajones ricos y propietarios de los cultivos de cítricos y sus grandes casas, inmigrantes mexicanos trabajando las tierras, los banqueros de la ciudad…Él conocía a cualquiera que se le apareciese. Emilio nunca hizo ninguna distinción en nadie, ya sea por clase social, raza, religión o nacionalidad, todas las personas eran iguales.  Para él, todo el mundo era un amigo… y un posible futuro metodista. Walter aprendió a querer a Tata por su sonrisa, su espíritu solidario y generoso, y la manera en que todo el mundo le respetaba y le daba la bienvenida, porque Emilio estaba siempre listo para servir y ayudar a las personas no sin que importan de donde eran o venían. Para los inmigrantes mexicanos la ayuda de Emilio era muy necesaria.

La magia para Walter se desvaneció cuando sus padres se mudaron lejos de Santa Paula y empezaron a tener problemas matrimoniales. Walter y su hermana se fueron a vivir con Emilio y Teresita, Teresita fue la segunda esposa de Emilio, con la que se casó después de que la abuela de Walter falleciera. Por aquel entonces Emilio estaba casi jubilado, para un pastor de una pequeña iglesia en una zona rural y pobre, su pensión mensual era muy pequeña y el dinero por lo general se acababa antes de finalizar el mes. Para Walter y su hermana, el hecho de estar lejos de sus padres era difícil, pero el hecho de estar con Tata les trajo tranquilidad y estabilidad, además de lo divertido que era el estar con Tata.

Emilio podía hacer cosas extraordinarias, por ejemplo: materializar un enorme árbol de Navidad en la iglesia con una sola oración, o bien pidiendo al Señor que alimentase a su familia porque tenían la despensa vacía, y ese mismo día una visita inesperada podía llevar suficiente comida para una semana… Para Walter, Emilio era casi un ser mítico que se erguía como un centinela cuidando de él. Y cuando su abuelo murió en 1973, algo realmente importante se perdió dentro de Walter. Era todavía demasiado joven para conocer la magnitud de la perdida que había sufrido y mucho menos de saber cómo iba a llenar el vacío.

Veintiocho años más tarde, en el año 2001, los acontecimientos del 11 de Septiembre coincidieron con el inicio de la auto-evaluación por parte de Walter en su vida – la falta de fe en la humanidad, se cuestionó a si mismo, cuales eran sus propósitos y que valor tenía su vida. Se convirtió en una persona desanimada y deprimida. Pero, curiosamente, se obsesionó con una  antigua fotografía de un joven al que no conocía. Había aparecido misteriosamente en la casa de su madre, ella lo había heredado de su padre, Emilio. Walter miró al retrato y se preguntaba por qué tenía tanto magnetismo. Sólo la madre de Walter, María, sabía algo acerca del joven de la foto, la cual fue tomada en México en el siglo IXX. Su nombre era Práxedis Gilberto Guerrero, dijo. Es un personaje histórico, fue un patriota mexicano y un héroe revolucionario… Práxedis dio la fotografía a Emilio cuando eran jóvenes. Eran muy buenos amigos. Emilio lo había guardado como oro en paño y lo tuvo en un baúl por muchas décadas.

María le contó a Walter lo que sabía sobre la amistad entre Práx y Emilio: Emilio creció con Práxedis en una hacienda que pertenecía a la familia de los Guerrero en México. Los Guerrero habían permitido a Emilio a vivir y trabajar en la hacienda, cuando Emilio se escapó de su casa tenía sólo cinco años. Práxedis fue el primer amigo de verdad de Emilio, su hermano mayor y mentor político. Práxedis y Emilio junto con otros revolucionarios se fueron de México hacia el sudoeste de Estados Unidos donde trabajaron varios años en la industria minera y ferroviaria para recaudar fondos para obtener armamento, con la intención de derrocar al corrupto dictador de México, Porfirio Díaz.

Aunque María sabía estos detalles sobre Emilio, el resto se oculta en una neblina o oscuridad. María cuenta que Emilio evitaba entrar en detalles cuando se le preguntaba acerca de estos temas, ella no quería presionarle para que respondiese porque podía percibir que los sucesos eran demasiado dolorosos. Y años antes, cuando Walter era un niño también había tratado de preguntarle acerca de su niñez: ¿Por qué te escapaste de casa cuando tenías cinco años? ¿Y por qué no volviste a ver a tu madre o a tus hermanos? Emilio solía fruncir el ceño y decir: «Aquellos eran malos tiempos…» y cambiaba de tema. Pero la madre de Walter, María recuerda que cuando le hablaba de Práxedis, una expresión agridulce aparecía en su rostro y simplemente decía, traicionando la emoción: «Era mi amigo.»

Walter preguntó a su madre si se podía llevar el retrato a su casa. La foto siguió en su mente por mucho tiempo. El hermoso rostro de la foto era convincente – era una fuente de conexión entre Walter y Emilio. Finalmente, se dio cuenta de que le estaban llamando para hacer un viaje al pasado, para descubrir los misterios sobre la vida del hombre al que quiso y perdió – Emilio. Walter busco a aquellos que lo conocieron mejor y así obtener respuestas, : ¿Qué pasó con Emilio? ¿Qué hay ocultó? Cómo fue el viaje de este hombre que se convirtió en un ser maravilloso, y hasta fue considerado un Santo para algunos. Walter pensó que grabando la búsqueda sobre su abuelo, podría llenar el vacío que sentía por su muerte, por lo que prometió grabar su viaje en video. Walter creía que este proyecto solo iba a durar unos meses, pero una puerta se abrió y dio lugar a otras. Walter comprendió que el proceso iba a ser mucho más largo de lo previsto.

La búsqueda le llevó a cinco años de extensa investigación histórica y biográfica, en busca de respuestas por parte de familiares, de entrevistas en México y Estados Unidos, incluyendo famosos historiadores y autores… Nunca se imaginó la odisea en la que se hallaría: su abuelo y Práxedis «un mundo turbulento y peligroso que emerge de las sombras de un pasado lejano»…  fue precisamente a causa de su pasado oculto y los enormes desafíos a los que se enfrentó lo que convirtió a Emilio en el gran hombre que fue… Muchos de los problemas con los que Emilio y Práxedis se encontraron, todavía siguen sin resolverse, cien años después en México y Estados Unidos …

La auto-percepción de Walter cambió a medida que se sumergió más profundamente en su historia familiar, en la cultura mexicana y la cultura americana,  aumentó su aprecio y su orgullo de ser un un estadounidense de origen hispano. Walter se dio cuenta que su familia había participado enormemente en la realización del documental, y eso había conseguido que su familia estuviese más unida. Muchos de los parientes más mayores de Walter fallecieron en un corto periodo de tiempo, Walter comprendió la importancia de conectar con los más mayores de la familia, y les animó a contar sus vivencias y así preservar estas historias ya sea por vía oral, escrita, o en video. Por último, Walter se dio cuenta de que había unido el eco de las voces de Emilio, Práxedis y otros, tal vez un día él también será oído por alguien en las próximas generaciones…